Capítulo 11.

CAPÍTULO XI. REBUILDING YOUR IDENTITY

No.

Tu hija…

No.

…Estaba muriendo…

No.

ChangMin.

¡No!

La expresión descompuesta del vampiro morocho lo decía todo. No era necesario que él dijera nada, ni que el teriántropo preguntase algo en absoluto. Estaba sorprendido, herido, confundido y enojado. Ya no con Mokomichi del todo, sino consigo mismo.

El vampiro retrocedió entonces, sentándose en el suelo, con el rostro empapado de sudor frío y los ojos abnegados en lágrimas. La cara roja de ira, los colmillos revelados, sus pupilas azul índigo también. Le temblaba el pulso y la respiración la tenía agitada.

¿También había olvidado esto como olvidó la existencia de Tenshi en el pasado?

— ChangMin.

¿Está pagando algún karma de otra vida?

— ChangMin.

¿Era tan inconsciente que no había notado que Chiasa sufría?

— ¡ChangMin! — Mokomichi se ve obligado a levantar la voz y sacudirle los hombros, esperando así sacarle del trance y la estupefacción.

— Es imposible. — Musita, la voz quebrada, el nudo en la garganta… — Mi Chiasa no podía estar, no podía. — Sentir el estómago revuelto y deponer.

Aunque sea solo bilis lo que expulse, la mano del teriántropo acaricia su espalda, pero él solo puede temblar de impotencia y autocrítica. El vampiro se desarma en llanto otra vez. Solloza como un animal herido a la luz de la luna, sin lugar seguro en el que refugiarse ni un congénere que le tienda la mano.

— Lo siento, ChangMin.

— ¿Cuánto más? ¿Cuánto más me ocultas, Hayami? ¿Cuánto más tengo que sufrir? — Gimotea. Su voz apenas un hilo ronco de emociones dolientes.

— No te he ocultado nada a propósito. Aunque tal vez no me creas ahora, es un recuerdo que vino a mí recién ahora cuando me mordiste. He visto, probablemente, lo mismo que tú.

— Mi Chiasa, no puedo recordar su enfermedad.

— Es porque tu hija no estaba enferma. Chiasa no estaba sufriendo, pero su destino estaba marcado por la mortalidad de los hombres, ChangMin.

— ¿Q-qué?

— Sé que lo sabes. Chiasa no era inmortal. Se volvió una de nosotros cuando le di la sangre de la Bruja de Jade.

…Flashback…

ChangMin lo había presentido desde su concepción, y la sensación de alguna manera se había enfatizado aquella noche mientras esperaba el regreso de su amante y amigos, a unas semanas del nacimiento de su hija.

Inquieto, ChangMin miraba por la ventana las estrellas brillar en el firmamento. Su abultado vientre se sentía cálido y ligero, lo cubrió con sus manos y sonrió con un dejo de preocupación.

— No se lo he explicado, pequeña. Que eres diferente a todos.

Y ciertamente no había tenido oportunidad de decírselo. Esa noche Ogazawara desapareció. Y otra de sus pesadillas comenzó.

Cuando el vampiro morocho tuvo a Chiasa, la ausencia de Kenryu todavía pesaba demasiado sobre su corazón. El instante en que el vampiro se dio cuenta de que su hija no era inmortal como ellos, el alma le abandonó el cuerpo.

¿Qué karma carga sobre sus hombros que debe pasar por estos penares? Tener a su hija, el último recuerdo de su amante, ¿por una corta vida mortal? Sin embargo, transcurrido poco más de un año de vida, el vampiro morocho se dio cuenta de que algo había cambiado en su hija. Pues ahora Chiasa no era propiamente un híbrido como los otros, pero tampoco era una simple mortal. No era vampiro ni lycan, no bebía sangre o temía a la luz, pero tenía la fuerza de ambos, y a veces sus ojos cambiaban, en sus francas pupilas parecía reflejarse “otra escena”.

— ¿Heredaste algunos poderes de tu padre, Chiasa? — Solía preguntarle a su pequeña, generalmente mientras le alimentaba con fórmula y arrullaba en brazos a la luz de la luna.

Otras veces le preguntaba si podía ver a Kenryu. Y en el fondo, ChangMin siempre esperó que la respuesta fuera afirmativa, pues la espera de su amante parecía eterna y dolorosa, pero imprescindible para seguir adelante.

Aquella esperanza se extinguió cuando Mokomichi apareció en su vida.

No, se había extinto desde el momento en que, dos años atrás, Jung y Park volvieran al Palacio del Este sin Ogazawara. En el momento en que sintió el miedo, la angustia y la desesperación. Su corazón lo sabía, pero se negaba a aceptarlo.

Quizá por eso, una vez más, el vampiro morocho bloqueó muchas de sus memorias, encadenándolas en un baúl en lo profundo de su mente, negándose a volver sobre ellas nunca más.

Pero el olvido no existe, y tarde o temprano le alcanzarían.

Le alcanzaría la noche aquella en que, cuando Chiasa tenía un año de edad, sonreía inocentemente a La muerte desde su cuna, y recibía con una mirada brillante la presencia de otro visitante.

Mokomichi se coló en el Palacio del Este con absoluta facilidad. Por supuesto que sí, porque aquella noche de invierno, sus ojos no parecían suyos, y sus deseos ajenos. Había visitado un lugar que le era desconocido a su memoria, pero familiar a los sentidos. La sangre del híbrido Ogazawara todavía luchaba por mezclarse y trascender con la suya.

A pesar de que nunca había visitado el Palacio, le conocía como a la palma de su mano. Y se había movido sigiloso por sus pasillos y escaleras hasta llegar a los aposentos de la más pequeña en el Clan. La bebé sonreía y manoteaba el móvil sobre su cuna, las figuras fluorescentes de lunas, estrellas y corazones se movían silenciosamente cuando las alcanzaba y tiraba suavemente de ellas. Sus borucas infantiles no formaban palabras claras, pero parecía contenta charlando con La muerte. El espectro que solo teriántropos y algunas brujas eran capaces de ver, se esfumó entre sombras en cuanto Mokomichi puso un pie dentro de la habitación.

La mirada de Chiasa viajó de inmediato hacia el nuevo visitante. Su sonrisa se ensanchó y, pese a que los latidos de su corazón estaban disminuyendo, no solo estaba ajena al dolor o el significado de la muerte, sino que parecía demasiado tranquila y confiada.

Confiada, probablemente del destino que ya estaba trazado para ella.

Confiada, de la presencia de este hombre desconocido que no le inspiraba temor alguno. Cuyo aroma de pronto le parecía tan familiar como el de su madre o hermanos. Del hombre, a quien en el futuro llamaría, papi.

— Tan pequeñita. — El teriántropo murmuró.

Aparentemente contrariado por el palpitar de su corazón, demasiado emocionado por una bebé a la que veía por primera vez, pero que hacía arder su sangre y le provocaba una ternura que solo un padre experimentaría por su hija.

— No creo que debas irte aún. Bebe esto, pequeña. — Mokomichi dijo, presionando suavemente la yema de uno de sus dedos contra el tierno mentón de la bebé, sabiendo que abriría su boquita y tomando ese movimiento como la oportunidad para dejar en su lengua una gota de sangre.

La sangre de la bruja de jade.

La pequeña hizo un curioso mohín de disgusto ante el sabor cromado de la sangre, y al segundo su cuerpo fue envuelto por un halo dorado.

La magia que dormía en su interior despertó.

Más que eso.

Se unió al poderoso legado que iba encriptado en la historia genética de la sangre de la bruja de jade.

— ¡Chiasa!

El grito de un hombre irrumpiendo de pronto en la habitación le pone en alerta. Mokomichi apenas si tiene tiempo de mirarle cuando ya se le ha ido encima, atacándole con sus poderosas uñas y mostrando los colmillos. Mokomichi retrocedió de un salto, sus ojos marrones refulgiendo con un poder que todavía se niega a aceptar, la sangre le hierve de nuevo y encuentra la silueta de este vampiro demasiado familiar.

Pero el tiempo no se detiene ahí, no les da tiempo a nada más. Mokomichi se apresura a escapar, transformándose primero en lobo para saltar a través de la ventana, mutando de inmediato en águila. Alejándose de ahí mientras el vampiro le mira desde el arruinado ventanal y sus ojos azul índigo le siguen hasta perderle de vista.

El vampiro morocho dio media vuelta, apresurándose hacia la cuna, donde Chiasa dormía plácidamente, al parecer sin haberse enterado de nada.

— Estás bien, mi preciosa Chiasa. — Murmura con alivio, acariciándole las tiernas mejillas antes de llamar a su hermano...

O tener la breve intención. Porque cuando dio un paso fuera de la habitación de su hija, una mariposa dorada aleteó sobre su cabeza y destelló al segundo en polvos que cayeron sobre su cabello. Eliminando toda memoria del acontecimiento. En el interior de la habitación, la ventana se reparaba como por arte de magia. Y el breve episodio nocturno quedaba en el olvido.

Hasta esa noche poco más de un año después. Cuando la mordida de ChangMin trajo de nuevo a la conciencia estas memorias.

…Flashback…

El vampiro no quería colapsar de nuevo. Ni ser débil otra vez. La verdad se le ha revelado, probablemente, de la única forma en que tenía que ser. Tragó hondo y levantó la mirada, centrando sus ojos oscuros en los marrones del teriántropo.

— ¿Estuviste ahí porque la sangre de Kenryu te influyó?

— Tal vez. No estoy seguro. Las memorias siguen siendo piezas que no encajan del todo bien en mi cabeza. Como si faltaran más de ellas para entenderlo.

El vampiro le miró intensamente. Soltó el aire y se levantó.

Mokomichi le imitó.

— No tiene caso echarte en cara más nada. A estas alturas, solo puedo agradecerte. Salvaste a Chiasa.

— Creo que en realidad fue Kenryu quien lo hizo. Hasta que mi sangre y la suya se fusionaron, vivía como si dos identidades habitaran dentro de mí. Esa noche mi actuar fue el de un padre protegiendo a su hija. Tu amante no los ha abandonado. Su deseo fluye en mí, y lo hará hasta que muera. No sé cómo ganarme tu confianza, ChangMin, pero voy a decirte esto. La única razón por la que existo es para proteger a tu familia.

La seriedad de sus palabras, la franqueza de sus ojos, la ausencia de identidad propia, le aguijoneó con culpa nuevamente.

— Desearía que no fuera así, Hayami. Creo que deberías recuperar tu propia vida. Continuar con nosotros solo será un camino lleno de dificultades.

— Desapareceré si realmente lo quieres, ChangMin. Pero si una mínima parte de ti me quiere aquí, con los tuyos, me quedaré. Pero tienes que saberlo, cerca o lejos, todavía voy a protegerlos.

La mirada de Mokomichi entonces consiguió un efecto diferente en el vampiro. Una sensación de inquietud que le incomodaba de sobremanera. Porque, como ya le había sucedido una vez antes, ahí nuevamente le veía a él con absoluta franqueza. Y por primera vez, su corazón dejaba escapar un latido.

— ¿No tenías que salir?

El vampiro murmura, evadiendo la mirada intencionadamente.

De pronto necesita distancia entre los dos.

— Sí. Volveré en un par de días.

— Está bien, como dije, eres libre de hacer lo que quieras, Hayami.

— ¿Vas a estar bien?

— ¿Eh?

— Necesitas alimentarte apropiadamente. Por tus hijos, sobre todo Chiasa, ella te necesita bien, ChangMin.

— Voy a estar bien. — Acotó.

Con un resquicio de vergüenza. Lo mínimo. La verdad es que tiene más preguntas qué hacer, como por ejemplo saber por qué tenía en su poder la sangre de la bruja de jade. Pero de momento, sentía que no podría con más información, con más verdades o memorias reveladas.

— De acuerdo. — Mokomichi decidió no empujar más. O terminaría molestándole de nuevo.

Dio media vuelta, entrando nuevamente al ascensor para volver y salir de ahí.

El vampiro pasó saliva. El sabor cromado de la sangre del teriántropo todavía estaba impregnado en su boca.

Un sabor único.

Con la peculiar esencia de la sangre de su amante. Mezclada con una diferente. Mokomichi sabía amargo, como el café que es cosechado en los cafetales selváticos sobre parajes a una altura de 1500 sobre el nivel del mar. Tenía ese toque único que hacía de su sangre algo parecido a un elixir.

Le fascinaba.

— Suficiente. Ya es suficiente de pensar tanto. — Se dice, palmeando sus propias mejillas, intentando sacar aquellas sensaciones de su sistema.

Quizá sin gran éxito de por medio.

…

Tras salvar su orgullo contra Derek, Jung estaba listo para realizar otra evaluación a Lotus. Había pasado con éxito la evaluación física y de estrategia, pero todavía quería que Reid analizara su sangre.

— Oh, Mi Young, es extraño no verte con Min Jee.

— Ella está con Lotus.

— ¿Ah sí? No había mostrado particular interés en ningún visitante antes.

— Bueno, Lotus es especial. — Mi Young vio en la mirada del moreno un dejo de interrogante… — Digamos que Min Jee acaba de enamorarse.

— ¿Qué?

— Sintió esa conexión especial.

— ¿Con Lotus?

— Sí.

— Es una mujer.

La trilliza se rio un poco.

— Tío, nunca nos ha importado el género. Y en tal caso, creo que ha sido el destino.

…

Ciertamente era así, la trilliza no sabría explicarlo, y la verdad es que ni siquiera tenía interés por hacerlo. Había algo en Lotus que ponía su mundo de cabeza, no solo había quedado sorprendida por sus habilidades de pelea o estrategia, sino que tenía cierto aire seductor que le impedía alejar sus ojos de ella por demasiado tiempo. Y aún cuando no se veían, instintivamente la buscaba. Era tal su atracción por la joven egipcia que incluso había comenzado a alejarse de su hermana. A Mi Young no le molestaba particularmente, después de todo no es la primera vez que ambas tienen cierta atracción por alguien, han tenido sus deslices juveniles antes, pero esa vez, ambas trillizas saben que Lotus es más que una atracción pasajera o un desliz. Realmente le gusta.

Y Min Jee aprovechaba así cada mínima oportunidad para pasar con Lotus y conocerse mejor. Esa tarde el pretexto ha sido el peinado, Min Jee le había pedido que hiciera en su cabello alguna trenza como las que ella suele usar.

De ese modo han terminado a solas en la habitación de la joven egipcia, la trilliza sentada frente a su tocador, mirándole en el reflejo del amplio espejo, disfrutando de la forma en que le cepillaba el cabello o cómo sus manos le acariciaban cuando tomaba mechones de cabello e iba trenzando su melena.

— ¿Te gusta? ¿Ser inmortal?

Lotus pregunta. Y Min Jee se siente pillada por sorpresa momentáneamente.

— Nunca lo había pensado. Es, solo quien soy. A ti, ¿te gusta ser mortal?

— No me disgusta, pero tampoco me hace feliz.

— ¿Has pensado en transformarte?

— Muchas veces. Pero no he tenido el valor. Pensar en ver a toda mi familia morir y quedarme en este mundo, eso me desconsuela.

— Perder a los tuyos no tiene que ver con la inmortalidad o la mortalidad. Perdí a mi padre hace unos meses. No, supe de su muerte entonces, pero hacía mucho más que él se había ido. Era el inmortal más temido por todos los clanes, el gran primer híbrido Kenryu Ogazawara. Y mírame, hija de un inmortal que ni siquiera pudo estar junto a él durante sus últimos momentos.

Lotus se percató de que había tocado una fibra demasiado sensible para la trilliza, y le remordió la conciencia.

— Lamento tu pérdida. Pero para mí, la muerte de tu padre solo es un viaje hacia otra vida.

— ¿Sí? Me da lo mismo, todavía significa que en esta vida que yo enfrento, él ya no está.

— Te reunirás con él cuando llegue el momento.

— Según tu creencia, Lotus. Según la mía… — Min Jee guardó silencio, negándose quizá a aceptar que en aquellos tiempos de guerra, ella no tenía fe en nada más que en su familia. — Bueno, no importa en realidad. Por qué no cambiamos de tema, hablar de esto para  mí es, incómodo.

— De acuerdo. Entonces, ¿qué quieres saber, Min Jee?

— ¿Por qué decidiste seguirnos? El resto de los clanes y organizaciones mortales están en nuestra contra.

— Nunca me gustó cómo mis padres elegían para quién trabajar. Admiré a tía Nínive desde que era niña, digamos que solo esperé la oportunidad para acercarme.

Min Jee la miró a través del reflejo. Sus ojos eran intensos, como si estuviera escudriñándola significativamente. Lotus se sintió intimidada por esa mirada.

— Incluso si eres muy buena y me gustas, todavía tienes que ganarte la confianza de la familia, Lotus. Y una respuesta como esa no es tan confiable.

— Tu tío ya me recibió en el Clan, creí que era porque confiaba en mí.

— Tío Yunho te aceptó en el Clan por respeto a Nínive. Pero todavía estás bajo su analítica evaluación.

…

— Reid, ¿puedo ayudarte en algo?

— Jaejoong, yo no creo que haya mucho en lo que puedas ayudarme. — Dijo, con tono de disculpa y una sonrisa nerviosa. Había montones de libros abiertos sobre la amplia mesa de la biblioteca personal en el complejo. — ¿Está usted aburrido?

— Digamos que sí. Tuve la grandiosa idea de confrontar a mi Yunho con Derek y ha terminado enfadado conmigo. — Comentó, soltando un suspiro y sentándose en una de las sillas alrededor de la mesa, mirando de hito en hito las páginas mostradas. — ¿Qué lees? — Preguntó, ajeno a la inquisitiva mirada del inteligente vampiro.

— Varios temas, estoy analizando nueva información que Derek y su equipo han recabado. También información que Yunho y Nínive entregaron. Hay algunas inconsistencias que podrían tener algún significado respecto a la ubicación del auténtico Luken. Como sea, ¿usted hizo qué entre Derek y Yunho?

El vampiro suspiró de nuevo, de pronto comprendiendo que había sido demasiado infantil y caprichoso.

— Ha sido una tontería. No había razón para que Yunho se molestara al punto de negarse a tener sexo~. — Dijo, demasiado lengua suelta para gusto del vampiro.

Reid carraspeó.

— No creo que sea gracioso que usted confronte a Yunho con MI novio cuando usted y Derek tuvieron una historia en el pasado.

El vampiro pelioscuro sonrió ampliamente. Esa es la primera vez que escucha a Reid hablar con celos. Tan posesivo de su amante que le dio ternura.

— Tienes razón, Reid. No fue gracioso. Y no pensé en los sentimientos de mi Yunho, ni en los tuyos. Así que me disculpo, no volverá a suceder.

— No… — Aclarar nuevamente la garganta y sentirse algo torpe… — No necesita disculparse conmigo, Jaejoong. Solo… bueno, sí, no lo haga de nuevo.

— Derek te ama, Reid.

— Lo-lo sé.

— Él jamás, en serio, jamás, hará algo para lastimarte. Y yo amo a Yunho, nunca haría algo que dañe lo que tenemos desde hace décadas. Tengo familia con él, y si pudiera, todavía querría tener más hijos con él. Es mi hombre después de todo. Y Derek el tuyo, no titubees, Reid. — Dijo, sonriendo gentilmente. Volviendo entonces su atención a los libros desperdigados sobre la mesa. — En serio, Reid, ¿no es algo que puedas consultar en bases de datos?

— Nada se compara con los libros impresos. Algunos de estos libros son copias únicas y originales. No encuentras información en ningún otro lugar.

— ¿Y cómo los obtuviste?

— También tengo mis contactos, Jaejoong.

--//--

Allier, Francia

Mokomichi ha llegado a su destino, específicamente al Bosque de Troncais, conocido robledal que alberga algunas especies de robles especialmente extraordinarios. El teriántropo caminó por sus escarpados entronques sin mapa alguno, brújula o guía. De alguna forma, le era demasiado familiar.

Entre la belleza propia del amplísimo bosque, destacan en su corazón cinco estanques de aproximadamente 45 hectáreas de superficie, a sus alrededores era muy común ver ciervos, jabalíes y otros animales propios de estos bosques. Mokomichi sin embargo no estaba atraído por su fauna, sino por sus robles. Decidido a no invertir demasiado tiempo en esto, el teriántropo había usado sus habilidades y cambiado su forma humana por la de un águila, volando hasta lo más alto del Monte. En esos momentos el teriántropo ni siquiera pensó en que era esa la primera vez desde que se quedó en la vida del vampiro morocho, en que usaba sus poderes como teriántropo.

Ahí en lo alto habían distintas especies de roble, pero uno capturó su atención de inmediato. Medía probablemente unos 30 metros de envergadura, sus hojas endurecidas eran de un verde brillante que casi parecía tener luz propia, como si estuvieran bañadas por luz de luna.

Ni bien tocó la corteza de su ancho tronco, un haz de luz resplandeció cegándole momentáneamente la visión. Cuando sus ojos se acostumbraron nuevamente a la luz, del robledal no quedaba más que este longevo roble. Y burbujeando alrededor, todas sus memorias.

— Conocía a ChangMin, incluso antes de que Kenryu me encontrara. — Murmuró, viendo en aquellas burbujas de tiempo, su aparente obsesión por el vampiro morocho. — Qué significa esto, pareciera que he manipulado todo para llegar a él.

Continuará. 

P R O X I M A M E N T E

CAPÍTULO 12. REVEALED TRUTHS