Capítulo 6.

CAPÍTULO VI. THE LIGHT IN YOUR EYES

~*~

Mokomichi había estado haciendo un esfuerzo sobrehumano por evitar conectarse a los ojos de la pequeña Ogazawara. Sin embargo, en ese momento el punzante dolor que aquejó sus ojos fue tan violento que lo hizo sacudirse. El ardor en sus pupilas era evidente, la conexión a los ojos de Chiasa parecía inevitable. Y él no tuvo más remedio que rendirse y permitir la visión. Tirado en el piso de una nueva habitación de hotel en el distrito Jongno-gu (a donde se había asegurado de no volver durante todos esos días), el teriántropo abrió los ojos, mirando una escena que lo dejó perplejo por un par de segundos. Pero que llenó de ira todo su ser.

Chiasa estaba en peligro. Y el vampiro morocho no estaba alrededor. Aunque Mokomichi juraría que estaba desesperadamente tratando de llegar a su pequeña.

— ¡Ayúdame, papi! — El llamado temeroso de la pequeña activa en el teriántropo una fuerza que no se conocía.

La transformación que llegó a él en aquel momento fue increíble para sí mismo. La ira que recorría su cuerpo de pies a cabeza parecía ser la fuente de tal hazaña. El ardor que atizara sus pupilas se extendió por todo su cuerpo a través de su torrente sanguíneo. El hormigueo que sintió por toda su piel terminó cuando su cuerpo cambió. La fuerza que inyectó sus músculos le hizo sentir omnipotente, las poderosas garras que se desarrollaron en sus manos y el particular color que cubrió su tez tostada tiñéndosela de ocre dorado, dándole una firmeza tal que estaba seguro de que no sería fácilmente atravesada por balas o cuchillas. Sus sentidos también se han hiperdesarrollado, y la velocidad con que sus piernas se movieron parecía similar a la del sonido.

Mokomichi no supo en ese momento todo lo que fue capaz de hacer, llegar en cuestión de minutos desde su hotel hasta esta avenida o frenar un auto con la sola fuerza de sus manos al ponerlas sobre el cofre delantero. El impacto había sido como dar de lleno contra un muro. El conductor había intentado frenar incluso desde que vislumbró la silueta delante del auto, pero el tiempo no fue suficiente. El auto se sacudió violentamente, pero sus ocupantes apenas sintieron la inercia del golpe. Bajando del auto, los sujetos que habían tomado a Chiasa como rehén, intentaron escapar de este sujeto. La palabra que pronunciara uno de sus cómplices les ha hecho temblar inconscientemente. La idea de que el híbrido estuviese ahí sacudía el temor de cualquiera.

— Él no puede ser el híbrido. ¡Kenryu Ogazawara está muerto! — Gritó uno de los sujetos al tiempo en que desenfundaba sus armas y comenzaba a disparar.

A Chiasa un sujeto la había sedado segundos antes, y le cargaba sobre el hombro cual si fuese cualquier objeto. Cuando Mokomichi la vio, una nueva ola de ira hirvió en su sangre. Rugió con la fiereza de una bestia, más salvaje que cualquier licántropo, haciendo eco en los edificios alrededor, haciendo vibrar las estructuras hasta sus cimientos. Licántropos, vampiros y mortales cubrieron sus oídos, pero aun así lo han escuchado fuerte y claro, y ha dejado en ellos una sensación de aturdimiento que entorpecería sus movimientos.

— ¡Llévate a la niña! — Ordenó uno de los individuos.

El que cargaba a la pequeña en brazos reaccionó de inmediato, y echó a correr por un costado. Los ojos de Mokomichi no se habían apartado de Chiasa, por lo que se movió hacia allí con la intención de detener al hombre. Pero otro puñado de vampiros, licántropos y mortales le cerraron el paso de la misma forma en que lo hicieran con el vampiro morocho. Mokomichi rugió, mostró los colmillos y una mirada negruzca que hizo temblar otra vez a sus oponentes. Él no está transformado en bestia, tampoco tiene la apariencia humana de un vampiro, y el color de su piel no era definitivamente el mismo que el del otrora híbrido más poderoso de la tierra; pero sus colmillos y su mirada se le parecían bastante.

— ¡Disparen todo lo que tienen! — Ordenó otro sujeto.

Y armas fueron disparadas al instante. Los proyectiles impactaban contra el cuerpo del nuevo híbrido, y aunque hacían algún daño, ninguno penetró su piel, la que parecía una coraza de metal.

O las escamas de un dragón.

— Justo como pensé. Ogazawara cedió su sangre a otro inmortal. Kurt, usa el cartucho especial. Quiero ver qué tan poderoso es ahora el nuevo híbrido.

La voz que ha escuchado en su oído uno de los mortales que atacan a Mokomichi pertenece a Luken. A uno de sus clones al menos. El científico observa la escena desde lo alto de uno de los edificios aledaños, desde ahí podía ver, de hecho, tanto la pelea de Mokomichi como la del vampiro morocho. Y se estaba divirtiendo, porque estaba resultando de la forma en que lo había planeado.

El vampiro morocho estaba demostrando por qué era orgullosamente un Kim, ha eliminado a más de cincuenta de sus hombres en unos cuantos minutos, sin mostrar ni una pizca de compasión por ninguno de ellos, incluso si había mortales que probablemente solo estaban siguiendo órdenes. Después de todo para el vampiro morocho lo único que importaba era encontrar cuanto antes a Chiasa. Antes ha escuchado un rugido que le resultó familiar, pero se ha obligado a sí mismo a ignorar el parentesco de aquel rugir con el de su amante fallecido.

Kurt obedeció la orden de Luken de inmediato, sacó el cartucho de su arma y lo cambió por aquel que llevaba celosamente guardado en un bolso de su traje de fuerzas especiales, apuntó al híbrido y disparó. Una ráfaga consecutiva de balas salió directo hacia él. Mokomichi sintió el impacto de estas balas, y la forma en que parecían ir perforando su piel con la fuerza en que no pudieron los otros disparos. Gotas de sangre fluyeron cuando una bala finalmente penetró la coraza cutánea, alojándose en un costado de su corazón.

Mokomichi sintió la fuerza abandonar vertiginosamente su cuerpo, y la transformación desaparecer, dejando de nuevo su apariencia humana. Sus rodillas cedieron y cayó al asfalto. Podía escuchar sus propios latidos golpear ruidosamente contra su pecho, y su respiración volverse errática. Incluso si estuviera perdiendo la vida, no podía dejar que se llevasen a Chiasa.

— Ng… — Gimió con dolor, presionando la herida y tratando de encontrar nuevamente la fuerza para levantarse.

Pero los enemigos le han disparado dardos con alguna sustancia especial que estaba consiguiendo adormecerle.

— ChangMin… — Gimió, abriendo los ojos y escuchando distorsionadas las voces a su alrededor. — Chiasa… — Gimió de nuevo, cerrando los ojos y buscando en su interior esa sensación que antes había conseguido conectar su visión con la de la pequeña Ogazawara.

Cuando abrió nuevamente los ojos las imágenes que veía pasar ya no era su visión, sino la de la pequeña, aunque estuviese sedada, y sus párpados caídos, en esencia sus ojos continuaban registrando todo lo que encontraba a su paso. Mokomichi advirtió entonces que estaba oculta en alguna parte no muy lejos de allí. Al parecer el sujeto que la llevaba se había escondido, en espera de un transporte seguro que probablemente todavía no arribaba al lugar.

— Ng. — Gime de nuevo, casi a punto de perder la conciencia.

Es sin embargo en ese momento de desesperación por la seguridad de la pequeña Chiasa, que Mokomichi percibe otra sensación correrle por las venas. Una calidez extraña que le hace sentir poderoso. Y sucede entonces que, movido por aquella fuerza, es capaz de transferir el poder que vincula sus ojos con los de Chiasa hacia el vampiro morocho.

— ¿Qué? ¡Chiasa! — Cuando el vampiro morocho soltó el cuello de otro licántropo tras haberle quitado la vida, vio con sus ojos lo mismo que Mokomichi.

En esos instantes los tres estaban conectados a la misma visión. Hayami y ChangMin a los ojos de Chiasa. El vampiro morocho se movió entonces más rápido de lo que hubiera hecho nunca en su vida, como si en su sangre fluyera un poder que no era suyo. Y corrió a gran velocidad hasta la calle donde Mokomichi era cargado por unos licántropos con la intención de meterle en una camioneta y llevarle hasta Luken.

— ¡Hayami! — El vampiro morocho hace el amago de apresurarse en su ayuda.

Pero la mirada del japonés le detuvo en seco. Podía ver claramente en esos ojos, conectados todavía a la visión de Chiasa, su propio desespero por la seguridad de la pequeña. El vampiro morocho gimió por lo bajo, derribando a otro tanto de enemigos cuando intentaron cerrarle el paso, corriendo en dirección opuesta, escuchando con pesar el motor de la camioneta acelerar el paso. Mokomichi ha sido tomado, por lo que no puede permitir que su hija sea llevada también.

Poco después finalmente llega hasta el lugar donde Chiasa es retenida, el sujeto que la tiene dispara con armas de cañón corto, al mismo tiempo en que una camioneta se detiene en la calle y abre la puerta trasera. Están ahí por su hija. Pero ChangMin no está dispuesto a dejar que se la lleven. Y siente otra vez ese poder superior arderle en las venas, se mueve más veloz aún, y en un parpadeo ha recorrido una distancia de medio kilómetro, atravesando con sus uñas filosas y finas cual hoja de papel, los cuellos del sujeto que tenía a su hija y otros tantos que intentaron enfrentarle. Antes de que Chiasa cayera al suelo, el vampiro le ha cargado en brazos, protegiéndola en su pecho, sintiendo un alivio increíble. No habría soportado perderle. Ya mucho había sufrido en el pasado por Tenshi. Ya mucho pesaba en su corazón la muerte de su amante.

— Chiasa. — Le nombra por el solo gusto de decir su nombre. Revisando rápidamente sus signos vitales, corroborando que solo está dormida por el sedante.

Pero casi de inmediato reacciona otra vez. Mokomichi ha sido llevado en lugar de su hija.

— Hayami. — Murmura su nombre.

Y es en su tono de voz donde destila la repentina y honesta preocupación por el teriántropo.

…

— Perdimos a la niña.

— ¡Son unos imbéciles!

— Pero tenemos al híbrido. — Kurt dijo, mirando la parte trasera de la camioneta, donde Mokomichi iba inconsciente. — Atacaremos de nuevo cuando reagrupe a los mejores.

— Suficiente de estupideces. Trae al híbrido de inmediato.

— S…

La afirmación no fue completada. Porque en ese preciso instante, los ojos de Mokomichi se abrieron una vez más. Y se levantó transformado en la misma criatura de antes, con unos ojos negros bañados de un intenso dorado que hizo temblar a Kurt.

— ¿Me tienes? — Mokomichi preguntó con tono burlón. Con una expresión socarrona que podría haber hecho temblar al mismo Luken si le hubiera visto.

A los segundos la camioneta viró y perdió su centro de gravedad, dando piruetas por todo el asfalto. Cuando finalmente paró, el metal del techo fue desgarrado cual si hubiera sido abierta por un abrelatas, con un perfecto corte de arriba abajo, abierta a fuerza de par en par. Mokomichi salió de la camioneta por su propio pie y sin un solo rasguño. En su mano el auricular de comunicación satelital que Kurt estuviera usando.

— Si me quieres, asegúrate de planearlo mejor, Luken.

— Eres un dolor en el trasero, Mokomichi Hayami.

— Lo tomaré como un cumplido. — Dijo, y luego destruyó el comunicador con su mano, reduciéndolo a un montón de basura.

…

Palacio del Este

Cuando el vampiro morocho llegó al Palacio, pidió la ayuda de Jung para localizar a Mokomichi, y comenzó a planear una estrategia para recuperarle. Pero incluso si Jung comenzó a mover a su gente, la búsqueda no iba a ser necesaria, Mokomichi estaba parado frente a la puerta del Palacio.

— ¿Hayami? — El vampiro sonrió, inconscientemente, cuando le vio a través de uno de los monitores en la sala de vigilancia del Palacio.

Y corrió fuera para encontrarse con el teriántropo. Con el corazón, de alguna forma, alocado contra su pecho.

Cuando los portones del Palacio se abrieron, Mokomichi respiró profundo. Casi parecía que estaba respirando aire puro. Felicidad. Familia.

— ¡Hayami!

— ¡ChangMin!

Se han llamado mutuamente. Y cuando han estado frente a frente, sus cuerpos se han buscado estrechándose en un abrazo cálido y confiado. Los brazos del vampiro se cerraron en su espalda con ahínco, aspirando el aroma de su piel bañada en sudor y sangre ajena. Pero todavía su aroma. Finalmente, el aroma de Mokomichi Hayami, aunque con la esencia de Kenryu, ligeramente diferente. Único.

— ¿Chiasa está bien? — Le preguntó, tras apartarle y mirarle a los ojos.

— Sí. Gracias a ti, Hayami.

— Me da gusto.

— Pero, ¿cómo escapaste? Estabas herido, inconsciente.

— Yo… — Mirarle profundamente a los ojos, y sentir que aunque luchara, ya no podría huir del sentimiento que el vampiro le provocaba… — Creo que fue porque tú me necesitaste.

— ¿Eh?

— ¿Puedo ver a Chiasa?

— Eh, ah. Sí. — Responder con aire confuso. Inquieto. Desarmado y vulnerable. Como solo Ogazawara llegó a hacerle sentir. — Sígueme.

Mientras el vampiro guiaba al japonés a los aposentos de su pequeña, Yunho y Jaejoong les miraban pasar. El alivio se les dibujó en la cara también.

— Tendremos tiempo para la charla después, supongo que está bien que estén con Chiasa por ahora. — Jung dijo, dando media vuelta y comenzando a cancelar la orden de buscar a Mokomichi, pero dejando en luz verde toda noticia que circule alrededor de lo sucedido recientemente.

— Yunho ah~.

— ¿Qué?

— ¿No es momento de que Byung Hyun regrese?

— No. — Dijo tajantemente, pero cuando su amante le jaló a un lado, seduciéndole con la mirada, él supo que probablemente iba a flaquear.

— Pero, no confío en nadie más como en él para cuidar de nuestros hijos~.

— ¿No dijiste que ya pueden cuidarse solos? Incluso salen a misiones con nosotros, Jaejoong ah.

— Sí, pero~ todavía me sentiré más cómodo si un vampiro del calibre de Byung Hyun está detrás vigilando sus pasos. Vamos, Yunho ah~ hazlo por mí, ¿sí~?

El Diurno gruñó.

— Desde cuándo te volviste tan tierno para pedirme lo que te viene en gana, Jaejoong ah.

El vampiro sonrió pícaro.

— ¿No te gusto tierno? — Preguntó, sus manos resbalando por el pecho de su amante, sintiendo bajo sus yemas la fuerza de sus músculos más allá de la ropa.

El Diurno miró de hito en hito a los lados del pasillo, ninguno de los chicos estaba por ahí, por suerte. Porque él decidió asaltar los rojos labios del pelioscuro y besarle con pasión, mordiéndole y chupándole, probando su sangre y su caliente saliva. Le cargó en vilo y empujó de nuevo contra el muro, presionando su pelvis contra el trasero de su amante. Jaejoong gimió ladino, rasguñándole la espalda aunque solo fuese la ropa y no su piel desnuda.

Por supuesto, le encanta de todas las formas posibles. Y aunque en esos momentos debieran estar sumamente alertas ante el intento de secuestro de Chiasa, los vampiros no pueden controlarse. Necesitan desechar un poco de tensiones con sexo. De ese salvaje y entusiasta que a ambos les gusta.

…

Quebec, Canadá

Park no ha bromeado, y ha desnudado a su amante con toda la intención de saborear los placeres de su cuerpo. Kim, que también ha echado en falta el sexo con su amante, le ha dejado dominar el momento entregándose sin reservas.

— Yoochun~. — Gimotea mientras siente el pene de su amante enterrarse profundamente en su interior.

Tumbado sobre el lecho, el centinela sujeta sus tobillos y eleva su pelvis de modo que casi todo su peso descansa sobre sus hombros. Esta postura le deja sentir las penetraciones de una forma mucho más profunda, mientras el azabache embiste con ritmo variado, jugando entre la lentitud y la rapidez, siendo más ambicioso cuando va lento, llegando profundamente en su interior, pero menos codicioso cuando es rápido, porque casi juega a meter solo la punta fálica y saborear la ansiedad marcada en el sudoroso rostro de su amante.

— Chun, basta~ deja de jugar~.

— Es mi premio, así que estoy tomándolo a mi manera, baby.

— ¡Ya te dije que no es por falta de confianza~! — Se queja, intentando empujarle para ser quien monte y controle las penetraciones.

Pero Park no se lo deja fácil, y en lugar de empujarle, es pillado con la guardia baja y llevado fuera de la cama. Sin embargo, ya que sus piernas estaban descansando en ángulo recto sobre los hombros del azabache, cuando Park retrocedió y le cargó abrazándole las piernas con firmeza, la espalda de Kim quedó en el aire. Contrajo su cavidad anal casi por inercia, movido por la excitación y la adrenalina.

— ¡Ngh~!

— ¡Fuck!

…

En los jardines de la casa, el gemelo está sentado en una pequeña pendiente a casi un kilómetro de distancia de la casa. Mira la lejanía con expresión taciturna, y es en ese momento cuando en realidad le gustaría contar con la compañía y apoyo de su novio, pero al mismo tiempo es a quien menos desea tener a su lado.

— Entonces, cuál es el problema que nos trajo aquí, hermano.

— SooYun. — Mirando al lado, observa a su hermana tomar lugar a su lado, sin mirarle, atendiendo más bien el mismo paisaje que él vislumbrara. — ¿Por qué no estás adentro?

— Omma y appa se pusieron un poquito ruidosos. Supongo que por un momento olvidaron que no vinieron solos.

— Oh. — Musita. Y casi sonríe al imaginar lo anonadados que sus progenitores podrían estar en esos momentos, amándose sin preocupación alguna. — Me alegro por ellos.

— ¿Te alegras de que sean ruidosos durante el sexo? Yo todavía siento que tengo un trauma por eso.

La gemela dice con una sonrisita, aunque para cualquier adolescente o joven adulto pueda ser un poco incómodo hablar sobre las intimidades de sus padres, para ellos no era precisamente un tema tabú. Después de todo, no es la primera ni será la última vez que sean testigos auditivos de los encuentros sexuales de sus padres.

— No me refiero a que sean ruidosos, SooYun. Solo, es bueno que tengan un poco de tiempo para ellos. Y ya sabemos que para papá no hay mejor forma de invertir el tiempo que haciendo cosas pervertidas con omma.

— Es cierto. Así que, quitando el hecho de que probablemente llegue la noche y ellos todavía tengan energía para seguir, ¿vas a contarme, ChulSoo?

El gemelo se tensó involuntariamente. Incapaz de responderle.

— ¿Sabes? Somos gemelos pero hace mucho que no estamos muy unidos, ChulSoo.

— No es eso, SooYun.

— ¿Crees?

— Seguimos estando unidos.

— ¿En serio? Yo no me siento así.

— Que no te diga lo que pasa justo ahora, no es porque…

— Lo es. — Interviene, cortando de tajo la justificación de su hermano. — No intentemos disfrazar lo obvio. Se lo dijiste a omma, ¿no?

— Es más como que lo adivinó. — Murmura el gemelo.

Su hermana suspira, mira el horizonte y respira el aire puro y fresco.

— Vamos, ChulSoo. — Dice, poniéndose de pie.

— ¿Eh? ¿A dónde?

— Solo vamos a correr.

— ¿Correr?

— Sí. Como antes, cuando éramos niños. — Dijo, y al segundo ya era la loba que, apostada sobre sus cuatro patas, sacude la esponjosa cola de un lado a otro mientras le espera.

El gemelo suspiró, sonrió quedito pero no dudó en imitarle. El lobo era un poco más grande que la loba, pero en más parecían dos gotas de agua, auténticos gemelos de linaje. La loba echó a correr primero, el lobo le siguió. Corrieron por los amplios terrenos durante largo rato, juguetearon como un par de cachorros, mordiéndose las orejas, la cola, las patas o el cuello, sin llegar a lastimarse obviamente.

Fue mientras corrían y jugaban que la loba se dio cuenta. Algo era diferente en su hermano. Un aura distinta emergía de él, como una presencia cálida que se situaba en su vientre.

— ¡Yah! No era necesario entrar en el lago SooYun.

El gemelo se queja, tras recobrar su forma humana y apresurarse en colocarse la ropa. Su hermana ríe con ganas durante un rato, haciendo un esfuerzo por vestirse detrás de unos arbustos. Incluso como hermanos, no era precisamente alentador verse desnudos.

— Fue tan graciosa la voltereta que diste, ChulSoo.

— ¡El agua estaba helada!

— Como lobos no es igual, no seas quejica.

— ¡Qué si pillo un resfriado! ¡Podría ser malo para mi bebé!

Tarde intenta sellar los labios. El gemelo ha soltado la verdad sin más. Su gemela le mira entonces, con una expresión serena en realidad, con los brazos cruzados y recargada contra el tronco de un árbol.

— No vas a enfermarte, ChulSoo. Pero al menos ahora has dicho por tu propia cuenta lo que pasa. Aunque lo había sospechado hace un momento.

— ¿Qué?

— Estoy segura de que este es el verdadero encanto de ser gemelos. Fue como sentirlo. Pero, ¿por qué no estás feliz, ChulSoo?

— ¿Y por qué sí debería? No es como si tuviera planeado ser mamá ahora.

— Es verdad. Es una sorpresa en realidad, ¿desde cuándo eres fértil? Ninguno de nosotros lo era.

— Si hubiera sabido desde cuándo no estaría preñado ahora, SooYun.

— ¿Por qué estás enojado? Eso sí que le hará daño a tu bebé.

El gemelo se mordió el labio inferior. Callando los pensamientos que se le agolpaban en la mente. La gemela lo entendió, o intentó.

— Es porque Kenji no está bien, ¿verdad?

ChulSoo desvió la mirada, dio media vuelta y echó a andar de regreso a la casa.

— ¿Por qué estás deprimiéndote solo, ChulSoo? Incluso si no lo planearon, incluso si Kenji no está en su mejor momento, todavía es parte de esto. Él es el padre, así que merece saber.

— ¡Soy yo quien lo lleva dentro! Es mi derecho a decidir.

— ¡Decidir qué mierda, ChulSoo!

— ¡No quiero este beb…! — Una bofetada le hizo callar.

— Deja de comportarte como un cachorro asustado, ChulSoo. Incluso si no éramos fértiles, todavía es tu responsabilidad asumir que tu bebé tiene derecho a vivir. Habla con Kenji. Y desecha esos pensamientos tan estúpidos de tu cabeza. Eres un hombre, ¿no? Deja de huir de tu novio, de sus sentimientos y de los tuyos. Reclama si tienes que hacerlo, pelea con él si tienes que hacerlo. ¡Pero haz algo y deja de comportarte como un cobarde!

El gemelo le miró con tal rencor que la muchacha pensó en retroceder. Pero no lo hizo, se mantuvo firme y seria frente a su hermana. Está cansada de ver cómo sus padres lo sobreprotegen y consienten sus gustos y caprichos. Es momento de que su hermano enfrente la vida.

— ¿Qué puedes saber, SooYun? Si ni siquiera fuiste capaz de tener a Hyun Ki cuando te gustaba. — Siseó con acidez.

La gemela le miró con más rencor todavía.

— ¿Así de bajo vas a caer, ChulSoo? Es verdad, no pude hacer que Hyun Ki me mirara con los ojos que yo le vi hace años. Pero que el amor que sentía por él no haya sido correspondido entonces no te da derecho a juzgar mis palabras en esa medida. Amas a Kenji, ¿no?

— Lo hago. Así que deja de meterte en nuestros asuntos.

— Lo haré. Cuando me digas cómo puedes amarlo y no querer al hijo que es fruto de ese amor que sientes por él.

— ¡Éste bebé no fue concebido con amor! ¡Kenji solo venía a mí buscando sexo! ¡Un escape a su dolor! ¡Tengo derecho a no querer un bebé que fue concebido en medio de eso!

SooYun titubeó por un segundo. Porque vio el propio dolor y resentimiento de su hermano en sus ojos castaños. Tragó hondo y deseó abrazarle. Aunque estaba segura de que no eran sus brazos los que su hermano necesitaba.

— Entonces hazlo, ChulSoo. Si tan seguro estás de que no lo quieres, deja de pensar y solo actúa. Deshazte de él. Ocúltaselo a Kenji, sigue escapando de él y llegará el día en que el amor que dicen tenerse no será más que un recuerdo. Y aún entonces, omma, appa y yo estaremos ahí para ti. Eres mi hermano, gemelo además. No puedo entenderte pero tampoco obligarte a nada. Me guste o no, sigue siendo tu palabra la última. Pero de hoy en adelante, hasta que actúes y dejes de escapar, no quiero estar contigo.

La gemela fue entonces la primera en volver a casa, empacar sus cosas y marcharse de ahí en cuestión de minutos. Fue hasta medianoche cuando Junsu y Yoochun se dieron cuenta de la ausencia de su hija.

— Iré a buscarla, tal vez esté en el aeropuerto.

— Yoochun.

— Sh. Está bien, no es culpa de nadie. Quédate con ChulSoo, yo…

— No. Tú quédate con ChulSoo, yo iré por SooYun. — El castaño se acercó entonces a su hijo. — Habla con tu padre, ChulSoo. Somos familia, no debe haber más secretos entre nosotros.

— Omma…

— Está bien. Yo confío en tu padre. Y también en ti. Ahora, comienza por enfrentarlo a él. SooYun y yo volveremos a Seúl, vengan después, ¿sí?

El gemelo asintió. Mientras que Park ha tratado de comunicarse por móvil con su hija. Obviamente estaba ignorando sus llamados, pero mantenía el GPS encendido, así que ha podido ubicarla.

— Está en el aeropuerto.

— Hablen. Y cuando estén ambos tranquilos vuelvan a casa, Yoochun.

— Te seguiremos de inmediato entonces, Junsu.

El castaño sonrió. No cree que en verdad pueda ser “de inmediato”, sabe que su amante se enojará un poquito antes. Y que ChulSoo estará un poco más asustado de todo también. Pero confiará en ellos, porque los ama, porque son familia.

— Te amo, Yoochun ah.

— Y yo a ti, Junsu.

…

Seúl, Palacio del Este

La escena que no salía de su cabeza había sucedido horas atrás, cuando Chiasa despertara.

— ¡Mami, estás bien!

— Lo estoy Chiasa. — El vampiro recibió el abrazo de su hijo y acarició su espalda con cariño. Entonces la pequeña vio al japonés parado detrás de él.

— ¡Papi! — La pequeña exclamó.

La incomodidad del vampiro fue evidente a ojos del japonés. Pero incluso si él estaba un poco incómodo también, no podría negar que le gustaba ser llamado así por la pequeña.

El vampiro morocho se apartó en silencio, dejando que su hija abrazara al japonés también pues obviamente lo quería.

— Fuiste una niña valiente, Chiasa.

— Es porque mami dijo que confiara en él. Pero también porque sabía que vendrías si te llamaba.

— Así que fuiste tú, mh. Lo hiciste bien, Chiasa.

— ¿Moko-chan va a quedarse ahora?

— No lo sé, Chiasa.

— ¡Pero tienes que hacerlo! ¡Si te vas entonces mami va a morir! — Gimoteó con lágrimas en los ojos, con expresión asustada. Y sus pequeñas manos se aferraron a la ropa del japonés. — ¡Por favor, no te vayas papi!

El japonés aclaró la garganta, le acarició la espalda intentando consolarle mientras trataba de saber por qué ella decía que ChangMin moriría.

— Yo lo vi antes, cuando ellos me separaron de mami. Y yo no quiero que le pase nada malo a mami. Por eso debes quedarte. — Sollozó.

— Chiasa, no va a pasarle nada malo a tu mami. Incluso si no estoy aquí, te prometo que voy a cuidar de él. y de ti, y de todos los que son importantes para ti, Chiasa.

— ¿En verdad?

— En verdad.

La pequeña sorbió la nariz, mientras los dedos del japonés limpiaban las lágrimas de sus mejillas. En tanto, el vampiro morocho ha escuchado todo desde el umbral, y aunque ha querido acercarse y consolar a su hija cuando comenzara a llorar, su cuerpo se había paralizado. Porque ha visto, por unos segundos, la escena cual si retratase a un padre consolando los temores de su hija.

— Pero él no es su padre. Chiasa es hija mía, le concebí con Kenryu, el hombre que amo. Así que deja de pensar tonterías, ChangMin. Y tú, corazón idiota, no comienzas a palpitar así por Hayami. No quiero olvidarme de Kenryu. — Pensó. Sintiendo una opresión en el pecho.

Pero incluso cuando las horas pasaron y Chiasa volvió a dormir, cansada por la experiencia vivida esa mañana, ChangMin todavía seguía pensando en ello. En la visión de su hija y su miedo a perderle. En la petición que le hiciera a Mokomichi, y en la absurda promesa que el japonés hiciera.

— ChangMin ah, ¿puedo hablarte un momento?

— Nh, sí. Lo siento, no soy bueno cocinando pero, ¿quieres comer algo?

— No realmente. ChangMin ah, quiero saber qué quieres tú.

— ¿Eh?

— ¿Me quieres alrededor de ti? ¿De tu familia?

El morocho evadió la mirada. No sabía qué responder. Cuando el teriántropo advirtió el titubeo de su silencio, se animó a añadir.

— Me disculpo por esto, ChangMin ah, pero voy a complicarte aún más. Me gustas.

Continuará.

P R O X I M A M E N T E

 

CAPÍTULO VII. THE PAIN OF YOUR HEART BEATS IN MINE

~*~

Gracias a quienes siguen el fic al pie del cañón. No desesperen, cada pareja irá teniendo su protagonismo~ sobre todo el YJ y el YS, que sé que los extrañan :D