Capítulo 1

CAPÍTULO I. CROSSED DESTINIES

~*~

Teorías. Estúpidas teorías. Montones de ellas en realidad, se le estaban amontonando en la cabeza al Príncipe ChangMin, y no estaba listo ni dispuesto para indagar cada una de ellas. Kenryu, su amante, el padre de sus cinco hijos, había desaparecido sin más hace un par de años, y ahora tenía enfrente a un hombre con exactamente el mismo aroma que él.

— Oye, tú… — La voz del hombre le molestó. Por alguna razón que le resultaba desconocida. Pero, cuando tuvo más lucidez de sus actos… — ¡Qué hac…ng! — Ya le había empujado al callejón a unos cuantos pasos y mordido el cuello.

Este hombre, que se ha presentado como Mokomichi Hayami, tensó todo el cuerpo cuando sintió los colmillos del vampiro enterrarse en su cuello, más justo cuando vino la primera succión y su sangre fue probada por el morocho, a él pareció despertarle memorias pertenecientes a una vida antes de los últimos dos años de la propia.

Memorias, que de todas formas no parecían suyas.

Porque vio la muerte de Genesis, de Yiang, de Katoh. Vio enfrentamientos de los que no fue parte pero que todavía se sentían reales como si él hubiera sido el protagonista. Vio cuatro chicos, desde bebés hasta adolescentes, y al morocho que le mordía justo ahora con un vientre pronunciado cual si estuviese gestando.

Vio, lo que pareció ser su muerte, y también su nacimiento.

…

Kenryu se había marchado de Cerberus antes de lo previsto. Incluso dejando atrás a sus amigos Jung y Park. No ha sido malintencionado, por el contrario, está dándoles la oportunidad de salir con vida de Macedonia. Durante su escape, el híbrido ha visto al gladiador-vampiro arribar, con un grupo lo suficientemente bueno para contrarrestar la emboscada en la que habían caído. Las heridas que tenía por todo el cuerpo no estaban sanando con la rapidez esperada debido al factor curativo que provee su naturaleza híbrida. Pero no era solo aquel hecho el que había orillado a Ogazawara a macharse.

— Estoy muriendo, aunque todavía quiero estar con mi familia, la vida está abandonando mi cuerpo contra mi voluntad.

Aquel hecho era, sin embargo, consecuencia de algo más que las heridas actuales. Y el híbrido lo sabe muy bien. Probablemente lo supo siempre. Estaba destinado a “morir”, su cuerpo mortal no tenía la suficiente fuerza para seguir adelante y soportar esos poderes que circulaban por sus venas. Aunque era descendiente directo de Génesis, y único conocido de su estirpe en línea directa, no era tan inmortal como se había creído. En Kenryu pesaba sentir demasiado corto el tiempo que se le concedió a lado de ChangMin, de sus cuatro hijos. Le pesaba, saber que no podría conocer a su quinto hijo. A ese hermoso bebé que crecía en el vientre de su amado.

— No quiero dejarlos. Pero tampoco puedo seguir adelante con ellos.

Su debilidad era evidente. Ogazawara pasó entonces varios días en lugares seguros. Sitios que solo eran de su conocimiento, donde siguió con investigaciones que realizó por cuenta propia. No podía ser el único descendiente de Génesis con habilidades híbridas. No quería serlo. Una parte de él necesitaba dejar a su familia bajo su cobijo.

— ¡Maldición! Mi sangre hierve cada vez con más fuerza.

Y es que era literal. La sangre en sus venas se sobrecalentaba cuando no se alimentaba. Más, cuando lo hacía, sin importar de quién bebiese sangre, hombre o animal, las consecuencias eran dolorosas. Fatales. Su sangre estaba rechazando nutrientes de otros tipos de sangre, pero no solo eso. Estaba rechazando la estancia en su propio cuerpo, y era esa la razón por la que hervía a grados insospechados, provocándole un dolor punzante que lo tenía en agonía por largas horas.

Entonces el híbrido hacía todo lo posible por sobrevivir, lo suficiente al menos para encontrar una forma de “volver” con su familia.

Después de casi un año de búsqueda, y de ausencia para los suyos, Ogazawara encontró lo que tanto había buscado. Un descendiente, no de Génesis, pero si de Constantine, el primer vampiro de todos los de su estirpe.

Su nombre es Mokomichi Hayami, quien debería ser un vampiro pero quien, sin embargo, no ha despertado su naturaleza nocturna.

Ogazawara se identificó con su compatriota de inmediato. Y tras seguirlo durante algunos meses, hacia el final de su vida, Kenryu hizo lo único que podía. Entregar su sangre por voluntad propia a Mokomichi, con la esperanza de que sus dones activaran la naturaleza nocturna del hombre de tez tostada.

…

La forma había sido confusa, incluso en las memorias que tanto Mokomichi como el menor de los príncipes vampiros, estaban viendo en sus mentes. Los cuadros anteriores fueron lo suficientemente claros, pero llegados a ese punto, la imagen era nebulosa, abstracta. No, más parecía que se le escapaba a ChangMin como agua entre los dedos.

— ¡ChangMin!

El grito en voz del Diurno lo lleva a separarse, a apartar sus colmillos del cuello de Mokomichi. La sangre que corría por su mentón se sentía caliente, y en sus venas igual. No había más que dolor en aquellos recuerdos para el príncipe vampiro.

— ¿Quién demonios eres?

Park ha ido directo al cuello del japonés, prensándolo con sus dedos, presionando la tráquea y cortándole la respiración unos segundos, soltándole luego para darle oportunidad de responder.

Mokomichi tosió un par de veces, sujetándose el cuello con doble razón. La sensación de los colmillos del morocho continuaba ahí, pero también la privación de aire. Levantó la mirada sin apenas enfocar apropiadamente a los dos hombres recién llegados. Torció una sonrisa socarrona y se levantó, poniendo fuerza en sus rodillas, aunque hace unos instantes se hubieran debilitado lo suficiente para llevarle a inclinarse.

— Ustedes me preguntan quién soy, pero no son amables en presentarse.

— Escúpelo de una vez, antes de que te quitemos la vida.

— No. — ChangMin dijo, mirando fijamente al japonés. — Él sabe dónde está Kenryu. Pero no puede recordarlo. Eres un híbrido, ¿verdad?

Tanto Jung como Park se sorprendieron de aquello. Porque además de Ogazawara y sus hijos, no había más híbridos en la tierra. No hasta donde supieron.

— ¿Un híbrido?

— No importa. Vendrás con nosotros.

— ¿Qué? — Dijo Mokomichi.

— ¿Sí? — Escupieron al unísono Park y Jung.

— Andando. — El vampiro morocho no se dignó en decirles una sola palabra más. Pasó su mano por el mentón limpiando la sangre en él y luego dio media vuelta, listo para volver al Palacio del Este.

Diurno y Louxsna no tuvieron entonces más opción que escucharle. Y tras amenazar sutilmente a Mokomichi, los cuatro emprendieron el camino hacia allá.

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Estados Unidos, Virginia

El vampiro de cuerpo delgado fue estampado con cierta fuerza contra la pared, dejándose hacer por el vampiro gladiador que devoraba sus labios como si la vida le fuese a depender de ello. Llenándose de su dulzor, de su sabor a café y de sus ganas de entregarse sin reserva. Derek se ha vuelto adicto a Reid. A absolutamente todo en él. aunque de momento sus labios fueran sus presas favoritas.

— Ngh, Derek, ¿por qué tan de repente?

Reid pregunta entre gemidos y jadeos, buscando un poco de oxígeno visto que su amante no parecía dispuesto a dejar sus labios libres por demasiado tiempo, volviendo a ellos incansablemente, casi limitándose a besarle, sin acariciar su cuerpo o buscar desnudarle. Pero presionando descaradamente su pelvis con la del joven vampiro.

— Una semana, Reid. Te fuiste por una semana.

Derek responde con voz ronca, sujetando la esbelta silueta en sus fuertes brazos, levantándole en vilo y empujándole nuevamente contra algo. El muro del pasillo en la modesta casa que comparten.

— Ahh~ había muchas cosas por hacer. Nínive ngh~ Nínive piensa que algo, ng, algo se está moviendo en los clanes élite. Derek, espera ngh~.

— Hablemos de eso después.

Y las palabras del gladiador vampiro no caerían en oídos sordos. De ninguna manera. Incluso si Derek sabe que el tema es de relevante importancia para sus amigos en Seúl, él solo quería hacer el amor con su novio. Recorrer su cuerpo de pies a cabeza y marcarle, dejarle huellas de besos apasionados, de mordidas honestas e ardiente cariño, flameante como la llama de pasión y amor que los mantiene unidos.

— Ahh~ Derek~.

— ¿No vas a soltar alguna de tus teorías sobre la necesidad del sexo después de un tiempo sin vernos?

—  Ngh~ yo no ng, no puedo pensar si sigues haciendo eso.

Derek torció una sonrisa lasciva, mientras molía con más fuerza su pelvis contra el cuerpo de su amante. Reid temblaba de placer.

El gladiador vampiro siguió el camino hasta la habitación, demasiado tiempo sin verle como para tomarlo en el pasillo, quería hacerlo en la cama. Ahí donde le dejó con cuidado, apartándose lo suficiente para comenzar a desnudarse, para darse cuenta de la forma en que su joven amante le admiraba, sin apartar su mirada y tiñendo sus orejas de carmesí, pasando saliva y degustando el manjar entre sus piernas.

— ¿Qué? ¿No piensas tocar, Reid? — El de tez negra le invita, mostrando deliberadamente sus perfectos pectorales.

El joven vampiro sonrió nervioso. Pese a que llevaban considerable tiempo juntos, todavía le daba un tanto de grima ser quien iniciara las caricias. Sobre todo cuando era evidente la excitación entre sus piernas.

— Vamos, prettyboy, tócame.

Tócame. La palabra casi hizo eco en su pensamiento. Y repentinamente su cerebro trabajó por cuenta propia.

— Hace tiempo leí a una autora, Tisdale era su apellido, en fin, lo que ella segura es que “en lo más profundo de la pasión sexual, la piel es otro tesoro: las secreciones de nuestro cuerpo son miel para nuestros labios”, estaba pensando en eso y en cómo a ti te encanta lamerme por todas partes y…

— Suficiente, seguro que es interesante pero no voy a dejar que te distraigas, prettyboy. — Dijo, inclinándose sobre el cuerpo de su amante, rasgándola la prenda superior sin miramiento alguno.

— ¡Derek…!

— Shh, lo mereces por comenzar a parlotear cuando quiero hacerte el amor, Reid.

— Ng.

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Belfast, Irlanda del Norte

Con una historia rica en mitos y realidades, la ciudad de Belfast era actualmente morada de uno de los genetistas más prodigiosos (y ambiciosos) del mundo. Luken Klett, prestigioso nombre, reconocido entre gobiernos, clanes y grupos anti criaturas nocturnas. Luken es un licántropo, bien sabido por todos los que le conocen a profundidad. Y como tal, ambicionaba desde hace décadas más poder, pero no solo poder por poder. Lo que Luken Klett persigue es un poder equilibrado entre ambas razas, y aún más allá. Para Luken, que ha investigado profundamente innumerables temas y ordenanzas relacionados con las criaturas de la noche, descubrir la asombrosa constitución genética de los híbridos y duplicarlos era solo la cúspide del iceberg. Iría más, mucho más profundo para entender el poder absoluto de cada criatura que supera en todo a un humano común y corriente. Los vampiros, los licántropos y aún los híbridos, no son las únicas criaturas con habilidades sobrenaturales.

— Nima, para no querer involucrarte en esto, hace años que sigues conmigo. ¿Qué? ¿No será que estás enamorado de mí?

— Cuida tus palabras, Luken. No tengo ese tipo de interés en ti. Por el contrario, sabes que solo quiero evitar que seas asesinado por las estupideces que persigues y que eso llegue inevitablemente a mi clan.  

— Eres un teriántropo interesante, Nima. Deberías dejarme examinarte algún día.

— Deja de flirtear conmigo. Lo digo en serio, no me interesas de esa manera. Ni tampoco ser uno de tus experimentos. Mi Clan es reducido, y voy a hacer lo que sea necesario para protegerlo.

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Palacio del Este, Seúl

Cuando el menor de los príncipes vampiros junto a sus amigos Jung y Park volvieron al Palacio, con Mokomichi acompañándoles sin más opción que aquella; dentro, los trillizos percibieron el aroma de su padre en el aire.

— ¡Es papá! — La emoción fue inevitable para ellos, quienes dejaron cualquier cosa que estuvieran haciendo (entrenar, acompañar a su pareja y leer un libro) para correr al encuentro de su progenitor.

Min Jee y Mi Young fueron las primeras a salir, corriendo hasta la entrada principal. Ellas habían estado entrenando visto que no se les tenía permitido salir en noche de luna llena. El siguiente en aparecer fue Kenji, tras haber dejado a un ChulSoo confundido en la habitación del primero. Al final iba Tenshi, con un poco menos de entusiasmo que sus hermanos, tras haber dejado la lectura nocturna de su pequeña hermanita a medias. De hecho, mientras la mirada de sus hermanos mayores había brillado intensamente, el menor de los híbridos parecía reservado, como si una parte de él no creyera que su padre había regresado.

De la camioneta bajaron primero Park y Jung, ambos compartieron una mirada cuando vieron a los Ogazawara apresurarse hacia ellos. El siguiente en bajar fue ChangMin, desviando la mirada brevemente al ver a sus hijos. Iba a ser difícil explicarles. Finalmente Mokomichi pisó el piso, los trillizos perdieron la sonrisa, Tenshi suspiró.

— ¿Quién es este hombre, omma?

— Les explicaré más tarde, Mi Young. Por favor, vuelvan dentro.

— Pero, es el aroma de papá.

— Lo sé, Kenji. Vuelvan dentro, chicos.

— ¡Papi~! — La voz infantil de la menor Ogazawara rompió en el aire.

La pequeña Chiasa corrió a toda velocidad (y era considerable, aunque era una niña de apenas dos años), pasó entre sus hermanos y fue directo a los brazos de Mokomichi. El japonés la observó sin ser capaz de extender sus brazos. Completamente confundido, fuera de sitio. Chiasa abrazó la pierna de Mokomichi, sonriendo gustosa. Cual si en efecto tuviera enfrente a su padre.

— Vamos, Chiasa. No es papá. — El vampiro de cabellos morochos cargó a su pequeña, tomando distancia de Mokomichi.

— ¡Es papi~! ¡Es papi~! ¡Mami, papi llegó~! ¡Yo lo sabía! ¡Vi que venía en camino~!

— Cariño, créeme, no es papá.

— Pero lo es. — Dijo, segura de sí la pequeña. — A veces veo lo que papi ve, mami. Y vi cuando venían, estabas sentado junto a papi.

ChangMin miró con sorpresa a su pequeña. Aquella conexión la tenía Kenryu con los trillizos, más no la había desarrollado con Tenshi. Ver a través de los ojos del otro.

— Chiasa, ve con tus hermanos, ¿sí? Omma tiene que hablar con esta persona.

— ¿Con papi?

El vampiro aclaró la garganta. Parecía difícil sacarle aquella idea a su pequeña de la cabeza.

— Sí, con papi. Ve con ellos, cariño. Min Jee, vayan dentro. Es la última vez que lo pido.

Sus cuatro hijos entendieron el ultimátum, Min Jee tomó a Chiasa en brazos y junto a sus tres hermanos volvieron al interior del palacio. Jung y Park habían tomado distancia, en respeto a la familia Ogazawara, pero luego llevaron a Mokomichi a otra de las salas en el interior del Palacio. El mayor de los príncipes y el centinela se les unieron.

— Quiero hablar a solas con él.

— ChangMin, no creo que sea buena idea.

— No lo estoy preguntando, Yunho. Merezco esto. Él sabe dónde está Kenryu, y haré que me lo diga de una manera o de otra.

El Diurno suspiró, buscando entonces apoyo en su amante. El mayor de los príncipes vampiros pidió con la mirada, le dejasen a solas con su hermano. Park y Kim salieron sin decir nada, Jung estaba más resistente, pero de todas formas salió de la sala, dejando a los hermanos Kim a solas con Mokomichi.

— ChangMin…

— Hyung, no voy a matarlo. Solo quiero hablar con él.

— Vi su herida en el cuello, sanó. Igual que un vampiro. Pero ChangMin, si vuelves a morderlo, ¿qué si descubres algo para lo que no estás preparado?

— Kenryu no está muerto.

— ChangMin.

— No lo está, hyung. No puede estar muerto. — La voz del príncipe morocho finalmente titubeó, quebrándose ligeramente.

Su hermano respiró hondo, capaz de imaginarse lo que sería la incertidumbre de la ausencia de su amante. Si fuese Yunho quien desapareciera de repente. El príncipe de cabellos oscuros apartó aquellos pensamientos de su cabeza, decidiendo darle a su hermano este espacio. Saciar esa necesidad de certidumbre era natural.

— No te sobreesfuerces, ni lo lleves al límite. Lo necesitas. — Dijo, y tras dar media vuelta salió de la sala, dejando a su hermano con el japonés a solas.

Mokomichi no se había perdido detalle de la conversación entre los hermanos Kim. Aunque algo no le cuadraba del todo.

— Cuando nos encontramos dijiste, que no recordabas nada que haya sucedido contigo antes de dos años atrás.

— Es así. En mi cabeza solo existe el tiempo de los últimos dos años.

— Y cuando te mordí, viste lo mismo que yo, ¿cierto?

— Sí.

— El hombre que vimos, es Kenryu Ogazawara, primer híbrido, descendiente directo de Genesis, madre de vampiros y licántropos. También fue portador del Gen del Dragón. Padre de mis hijos, fiel amante. Necesito saber más, porqué su sangre fluye en tus venas y hueles a él.

— ¿Vas a morderme de nuevo?

— No. Eso podría ser contraproducente para ti. Y todavía te necesito vivo.

— Todavía piensas que le hice algo, ¿verdad?

— Porque no sé cómo es que su sangre fluye en la tuya, es por lo que no puedo confiar en ti. Pero tampoco matarte.

— Entonces, qué quieres hacer.

— Extraer sangre, analizarlo. E investigarte. Puedes no recordar nada antes de hace dos años, pero eres alguien.

— Sé cómo me llamo. Conozco mi domicilio, hago mi trabajo con normalidad. Las personas a mi alrededor ni siquiera notaron el cambio, actúo por reflejo donde quiera que voy. Conozco mi ciudad y la gente que vive ahí. Puedo saber cómo se llaman al ver sus rostros, y cómo hablar con ellos cuando me saludan. Pero todavía hay un vacío en mi mente. ¿Tienes idea de cuán frustrante es? Vivir como si nada pasara, pero no recordar nada.

— Tu cerebro hace las conexiones necesarias. Yo puedo ayudarte a recordar. Ambos lo necesitamos.

— ¿Y si lo que dijo tu hermano pasa? ¿Si descubres algo que no quieres saber?

El vampiro morocho endureció la mirada. Pero, por alguna razón, no fue capaz de decir las mismas palabras que antes a su hermano.

…

Durante días el menor de los príncipes estudió la sangre de Mokomichi. Sin obtener nada lo suficientemente valioso para saber dónde está Kenryu.

— Toma, bebe esto.

— ¿Qué es?

— Ayudará a que recuperes energía. No has pegado ojo en las últimas 72 horas, incluso para un vampiro de élite como tú, eso es mucho tiempo.

— Tú, sabes cocinar.

— Sí. Soy chef. O eso parece ya que tengo las credenciales que lo respaldan, y tanto mi mente como mi cuerpo recuerdan cómo cocinar un montón de platillos.

— ¿No estás enojado?

— ¿Porque me tienes aquí en contra de mi voluntad? — Mokomichi sonrió ligeramente, sentándose frente al vampiro, ambos habían terminado en las cocinas del castillo entrada la madrugada cuando el vampiro morocho casi se desvanece en el laboratorio. — Bueno, también quiero saber porqué estoy así. Por qué hay sangre en mis venas que no era mía, o por qué vi a través de los ojos de tu hija. Varias veces.

La repentina revelación hizo al morocho mirarle con mayor intensidad.

— No lo habías mencionado.

— No lo preguntaste.

— ¿Cuándo? ¿Qué viste?

— Tres, quizá cuatro veces. En el trabajo, en la calle. Ella leyendo con uno de tus hijos, jugando en la tina contigo. Eso es todo. Momentos felices, creo.

— Chiasa también ha visto a través de tus ojos. Probablemente desde que nació. Todo este tiempo he esperado que se tratara de Kenryu, pero tal vez siempre has sido tú.

— No iré a ninguna parte, creo que aunque quisiera. Por qué no descansas. Mi sangre no va a desaparecer. Y seguramente tus hijos te extrañan.

…

Incluso contra su voluntad, el príncipe escuchó las palabras del japonés. Yendo directo a sus aposentos, tomando una ducha tibia y metiéndose a la cama con la intención de descansar. Pero cuando se acurrucó contra las mantas y almohadones, él solo pudo extrañar todavía más a su amante. Echando en falta el olor de Kenryu en las sábanas, su calor junto a su cuerpo. Sus besos, sus caricias, su pasión. Su amor. Las lágrimas resbalaron rebeldes, necesitadas de expresión. El dolor en su pecho se hacía más fuerte, y la sensación de haberlo perdido, más pesada en su corazón.

Las horas que le restaban a la noche las pasó atrapado en llanto, cuando el alba despuntó, y sin haber conciliado el sueño, los gráciles pasitos de su pequeña hicieron eco en el pasillo, a los segundos el torbellino enérgico entró en su habitación.

— ¡Mami~!

— Chiasa, cariño, ven con omma.

— ¿Dónde está papi?

El príncipe sintió otro nudo atorarse en su garganta.

— Chiasa, ya te lo expliqué, él no es tu padre.

— Lo es.

— Chiasa.

— Confía en Chiasa, mami. Papi está en casa. Iré a saludarlo también~.

Y así, sin darle más tiempo de nada a su progenitor, la pequeña abandonó su lecho y corrió fuera de los aposentos. Cruzó el pasillo, bajó las escaleras, salió de la parte central del castillo y continuó su carrera por otros corredores hasta el ala sur. Ahí donde el aroma de su padre la llamaba.

Mokomichi se sorprendió cuando el pequeño torbellino irrumpió en su improvisada habitación, saltando en la cama con algarabía para abrazarle por el cuello y darle un sonoro beso en la mejilla.

— Bienvenido, papi.

— Ah. Chiasa, ¿cierto?

La pequeña asintió. Mokomichi le sonrió cariñosamente y decidió aclararle (también) las cosas. Pero incluso si dijo “no soy tu padre”, la pequeña insistió en que era así.

— A mami no se lo he dicho, pero te lo diré a ti.

— ¿Qué cosa, Chiasa?

— Eres mi papi, aunque no igual que papi Kenryu con mis hermanos mayores.

— ¿Qué quieres decir con eso, Chiasa?

— Eres mi papi, porque amas a mi mami.

— ¿Qué?

— Chiasa puede ver más de lo que ve en los ojos de papi. Chiasa puede ver, lo que hay aquí… — Dijo, apoyando una mano en el pecho de Mokomichi, ahí donde los latidos resuenan… — Es solo que todavía no sucede.

 — Todavía no sucede. Quieres decir, ¿que ves el futuro? ¿Ves algo que no ha pasado? ¿Cómo una película?

La pequeña asintió. Sonriendo ampliamente.

— Papi, ya no te irás, ¿verdad?

Mokomichi se quedó entonces sin palabras. Era difícil entender lo que la pequeña Ogazawara estaba diciendo. Y aún más lo que estaba pidiéndole.

No sabía cómo, pero sus destinos se habían cruzado, irremediablemente.

PROXIMAMENTE

CAPÍTULO II. BLOOD ESSENSE